Un llamamiento divino al ministerio es un requisito para cumplir con el ministerio cristiano. Es lógico esperar que Dios, un soberano, eligiera sus propios siervos y los enviara como sus embajadores. En el Antiguo Testamento vemos que Dios llamó a los profetas. Por eso, tenemos razón para esperar que en la dispensación presente él hiciera lo mismo. Nadie tenía derecho a meterse en el oficio de profeta. Dios dijo: «El profeta que tuviere la presunción de hablar palabra en mi nombre, a quien yo no he mandado hablar, o que hablase en nombre de dioses ajenos, el tal profeta morirá.» (Deut. 18:20) También Jer. 23:30 dice; «Yo estoy contra los profetas, dice Jehová, que hurtan mis palabras.» Vea también Jer. 1:4-10. La confirmación de esto se ve al considerar lo siguiente:
(1). Los pastores en el Nuevo Testamento son nombrados como los elegidos de Dios. Es obvio en cuanto a los apóstoles y los setenta pero se ve en cuanto al ministerio en general. Los ancianos de Éfeso fueron puestos por el Espíritu Santo. (Hechos 20:28) Arquipo recibió su ministerio del Señor. (Col. 4:17) Pablo y Bernabé fueron llamados por el Espíritu Santo. (Hechos 13:2)
(2). El ministerio es un regalo de Dios, dado a la iglesia. «El mismo constituyó a unos apóstoles; a otros profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio para la edificación del cuerpo de Cristo.» (Efesios 4:11-12). Los dones para este ministerio son otorgados por Dios y los hombres están enviados a su obra por Dios mismo en respuesta a las oraciones de los santos. Vea Romanos 12:6-7, Lucas 12:1-28)
(3). La naturaleza de la obra, como se implica en los términos que se usa al designarla, requiere un llamamiento divino. Se llama «embajadores de Cristo» que quiere decir que hablan en su nombre. Son sus mayordomos, encargados de llevar el evangelio a los demás. Seguir leyendo «El Llamamiento Divino Al Ministerio»
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